Oh darling, Make it the last time
Sábado 3 de octubre de 1970. Janis Joplin y su Full Tilt Boogie Band terminaron de grabar en el estudio de Sunset Sound las pistas instrumentales de la canción Buried Alive in the Blues. ¡Enterrada viva! Rendidos, dejaron todo conectado y se fueron a descansar. Ella grabaría la voz al día siguiente. Janis pasó, como era su costumbre, a tomarse unos tragos al Barney's Beanery, y luego compró unos cigarrillos antes de retirarse al cuarto de su hotel. A solas se inyectó un poco de heroína para tratar de relajarse. En realidad estaba muy contenta, pues su nueva banda sonaba mejor que nunca, y la vida parecía sonreirle al fin… Una casa nueva, bella, decorada por ella misma entre los bosques de pinos rojos, una relación estable, sus amigos, sus perros. Al día siguiente su cuerpo fue hallado sin vida en el piso de la habitación del Landmark Hotel. En la mesita junto a la cama yacía la odiosa aguja hipodérmica y un algodón con sangre. Y es que las mil leyendas que desde entonces se han tejido en torno a su muerte soslayan un hecho incontrovertible: Janis estaba enganchada en la heroína. Y la droga que se inyectó esa noche fatal -contra su costumbre y la de su proveedor- no había sido evaluada por su químico de cabecera. Justamente ese fin de semana había salido de la ciudad. Tiempo después se supo supo por la policía que aquella heroína era de cuatro a diez veces más potente que la normal. Hubo otras muertes en esos mismos días, en esa misma zona de la ciudad y por esta misma causa. El disco que la heroína dejó inconcluso -Pearl- salió a la venta unas semanas después de su sepelio. Alabado por la crítica y el público, fue el éxito más grande de su vida.
